lunes, 5 de abril de 2010

DULCE AGONÍA


Entre la suave lluvia se sentía caer la noche.
La cálida bruma regocijó a los árboles y su espeso manto atravesaba el viento sereno.
Con un dulce murmullo y aroma inolvidables, volvieron las ilusiones, y las estrellas brillaron como nunca.
El rose delicado de tu mano secó las lágrimas que brotaban de mis ojos, mientras mi dolor se desvanecía lentamente.
Instante febril que trajo consigo un aire sepulcral, provocó que mi corazón detuviera ferozmente su débil palpitar.
Tu presencia yacía en el mar de aquella penumbra, conduciendo a mi alma condenada, perturbada por la fría muerte, que me despojaba poco a poco
del templo mortal, que entre la hierba seca ya rígido se derrumbaba.